Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1605
Legislatura: 1894-1895 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 6 de marzo de 1895
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 76, 2066-2069
Tema: Respuesta a las acusaciones del diputado conservador Romero Robledo

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Soy tan dueño de mi voluntad, Sr. Romero Robledo, que me propongo con harta violencia no contestar al discurso de S. S. en todo aquello que al acta de Vendrell no se refiera; y me propongo no contestar a S. S. en esa parte, porque tendría que hacerlo en un tono y con unos medios que yo no quiero emplear nunca en el Parlamento, si ese tono y esos medios habían de corresponder al tono y a los medios empleados por S. S. (Muy bien, muy bien, en la mayoría.) Me limito en esa parte a contestar a S. S., que es el único español a quien le cabe la gloria de haber dejado de respetar las desgracias de un hombre político, ya que no las lamente. Porque S. S. ha tenido el atrevimiento insólito, nunca visto, de hacerme cargos a mí porque en días amargos para mi existencia no pude venir al Parlamento a cumplir con mi deber. (Muy bien, en la mayoría.) Seguramente S. S., no sólo no me corresponde a mí, sino que no corresponde a nadie en esta clase de sentimientos; porque cuando S. S. ha sido víctima de una horrenda desgracia, no sólo no le ha culpado ninguno porque no viniese aquí, sino que todos hemos lamentado su desgracia y todos hemos pedido a Dios que S. S. recobrara pronto la salud. (Aprobación.) [2066] ¡Quédele a S. S. esa gloria poco envidiable! (El Sr. Romero Robledo: ¿Qué tiene que ver eso?) Tiene que ver; porque yo no he venido aquí en los últimos días en que se discutieron las cuestiones de marina, ni en los últimos días en que se trató la cuestión de Ultramar, porque sabe todo el mundo que era víctima de una desgracia, y que no podía abandonar mi casa para venir aquí en cumplimiento de mi deber.

Por eso no tomé parte en los debates que hubo acerca de las cuestiones de Ultramar, sobre todo en los últimos momentos; por eso no pude tomar parte en los debates referentes a la marina. Y harto lo he sentido; porque hubiera protestado con toda la energía de mi alma contra ciertas apreciaciones que aquí se hicieron, tan injustas como inmerecidas; y aunque ya protestaron mis compañeros, siento yo no haberlo podido pacer también, porque deber mío era, como jefe del Gobierno, el contestar a ciertas afirmaciones que se hicieron.

Que después he tornado parte en este debate. Pero, Sres. Diputados, ¿cómo he venido yo a este debate? ¿Pues no me ha excitado S. S. de una manera tan insólita, como ha sido insólito el discurso que ha pronunciado esta tarde? ¿No me ha excitado S. S. A que le diga mi opinión y a que declare si es libre o no es libre la cuestión? ¿No me ha excitado S. S. diciendo, permítame S. S. que se lo diga, verdaderas tonterías impropias de este lugar?

Que era muy amigo mío el Sr. Marqués de Marianao. Amigo mío es; pero no es ni más ni menos amigo mío que los demás amigos que están aquí.

Que era muy rico . Mejor para él. Que era mi casero. Peor para mi. (Risas.)

Sí, Sres. Diputados; peor para mí, que no he sabido ni he podido ni he tenido talento ni habilidad ni suerte para proporcionarme en Madrid una casa propia para vivir en ella y evitarme el tener que pagarla. (Bien, muy bien. - Aplausos en la mayoría.)

Pero, después de todo, ¿qué tiene que ver eso con el acta de Vendrell? ¿Tiene eso algo que ver con tal acta, ni había yo dicho nada de que se resolviera de ésta ni de la otra manera? Su señoría ha hecho una historia de la peregrinación de esa acta; yo no he hablado ni influido para nada en que se resuelva de un modo o de otro; pero llega la discusión, y algunos amigos, en vista de esa misma discusión o por antecedentes que tuvieran del acta, se acercan y me preguntan qué han de hacer en vista de las dudas que les asaltaban; y yo, que podía decirles algo concreto o importante, como que la cuestión la creía yo prejuzgada desde que se resolvió el acta de Bilbao, me callé, no les dije nada, aunque realmente, señores, el acta de Bilbao prejuzgaba el acta de Vendrell, y la situación del candidato Sr. Fontana es idéntica, es la misma que la del candidato Sr. Urquijo. (El Sr. Comyn pide lo palabra.) Y desde el momento en que se resolvió como la mayoría tuvo por conveniente con los votos del partido conservador y mucha parte de los del partido liberal, creía yo la cuestión resuelta ; pero, a pesar de eso, me guardé muy bien de decirles a mis amigos nada de esto, y lo que les dije fue que votaran como tuvieran por conveniente, que votaran con arreglo a su conciencia. Alguno hubo que me dijo: "Es que no tenernos conciencia (Risas en las minorías.- Rumores) de dónde está la razón; es que la cuestión es difícil, decían ; es que no sabemos dónde está la razón y la justicia." Entonces dije que lo que procedía era la nulidad del acta; pero se me dijo que no se podía anular porque no había razón de nulidad y que era preciso escoger entre uno y otro candidato, y contesté lo que era natural: Pues teniendo que escoger entre uno y otro, y no sabiendo quién tiene la razón, el amigo debe suponerse que la tiene, y no el adversario. (Rumores en las minorías; aprobación en la mayoría.)

Esto es de sentido común ; esto es natural; esto es lo lógico ; esto es lo que pasa en la vida, y el que otra cosa afirme no dice lo que siente ; es una verdadera hipocresía. Esto es lo que se hace, y esto es lo que se ha hecho siempre. (El Sr. Salmerón: Pero eso será siempre mal hecho y hasta mal dicho, sobre todo desde ahí.- El Sr. Montilla, D. Juan: ¿Contra cuántas actas de republicanos ha votado S. S.? - El Sr. Salmerón: Nosotros estamos aquí por virtud de un derecho indiscutible.- El Sr. Montilla, D. Juan: Como lo estamos todos.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden, Sres. Diputados, orden.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Perfectamente; pero eso es porque S. S. cree siempre que sus amigos tienen razón y que al lado de S. S. Está constantemente la justicia.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo siento que el Sr. Salmerón haya dado lugar a este incidente sin motivo ni razón ninguna, porque, después de todo, yo no he dicho nada que su señoría no haya dicho muchas veces y aún haya hecho más, porque eso es lo que se hace siempre y lo que no puede menos de hacerse. (El Sr. Romero Robledo: Pido la palabra para rectificar .) ¿Qué quiere S. S., que en una cuestión personal, cuando se trata de dos personas en igualdad de circunstancias, se vaya uno con el adversario? Pues eso no ha pasado jamás, ni esa es una política que pueda adoptarse en ningún caso. ¿A dónde vamos a parar? De manera que yo no he hecho nada más que decir lo que debe hacerse en esos casos, y lo que, aún cuando yo no lo diga, se hace; porque yo le pregunto al señor Salmerón : en caso de duda, en que dos Diputados o dos candidatos traigan un acta, tratándose de un candidato republicano y de otro monárquico, ¿qué haría S. S.? [2067]

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Si no se pudiera ir a nueva elección, como ocurre ahora según la misma Comisión declara, y si estuviéramos obligados a optar entre un candidato monárquico y un candidato republicano, ¿qué haría su señoría?

El Sr. SALMERÓN: Ya que se me pregunta, contestaré, si me lo permite el Sr. Presidente.

El Sr. PRESIDENTE: Si lo permite el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que es el que está hablando, sí.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : Por mi parte, con mucho gusto.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Señor Salmerón, si no hay causa de nulidad según declaración del Sr. Azcárate y según dice la Comisión, ¿cómo se va a proponer una nulidad? Yo digo a S. S.: en el caso de que no se pueda ni se deba anular la elección, en el dilema de escoger entre un amigo y un adversario, no sabiendo cuál de los dos tiene la razón y la justicia, ¿por cuál optaría el Sr. Salmerón? (El Sr. Salmerón pide la palabra.)

El Sr. BALLESTERO: ¿Para qué tenéis ahí la Comisión? (Continúan los rumores y las interrupciones.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden, orden.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : La pregunta es tan concreta y tan fácil de contestar, que S. S. puede hacerlo muy fácilmente. No hay más que tener voluntad de contestar para hacerlo en el acto. ¿Qué haría S. S. en ese caso?

El Sr. SALMERÓN: Le he contestado concretamente.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : Pero si ya la nulidad desaparece, no se puede anular.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pero, en fin, el no contestar el Sr. Salmerón significa que contestaría, ni mis ni menos, en los mismos términos que yo. (El Sr. Salmerón: Sino que he dicho lo contrario .) ¡Ah!, ¿Escogería S. S. en igualdad de circunstancias al adversario?

El Sr. SALMERÓN: No hay igualdad de circunstancias. No quiero interrumpir al Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta ): Yo no quiero insistir, porque, después de todo, esta doctrina insólita que supone el Sr. Romero Robledo, que no se ha oído nunca ni en ninguna parte, es la que viene practicándose; porque ¡cuidado con la idea de que el Presidente del Consejo de Ministros no ha de tener opinión! Pero si el Presidente del Consejo de Ministros no debe tener opinión en estas cuestiones, no debe tenerla nunca, ni influir jamás ni aun en favor de la justicia, y más de una vez ha sido requerido el Presidente del Consejo de Ministros para que haga entender a la mayoría la justicia que había en alguna de las actas que traían los adversarios; y entonces, cuando el Presidente del Consejo de Ministros, en cumplimiento de su deber, intervenía en ese sentido, ¡ah! para la oposición, el Presidente del Consejo era muy bueno, excelente y justo; pero ese mismo derecho a que han acudido más de una vez, y con razón, las oposiciones, ese mismo derecho tiene el Presidente del Consejo para procurar, cuando alguno de la mayoría tiene justicia, que se haga prevalecer.

El Sr. VÁZQUEZ DE MELLA: ¿Pero hay que influir con la mayoría para que declare la justicia?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Entonces resultaría una desigualdad notoria entre la mayoría y las minorías, y es, que las minorías tendrían sus protectores en sus jefes, que procurarían que a los individuos que capitanean se les hiciera justicia, mientras que los individuos de la mayoría no tendrían protección ninguna, porque el Presidente del Consejo de Ministros, siendo jefe del partido, no podría abogar por su justicia aunque la justicia fuera patente, y eso no puede ser.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¿Pero dónde está la bayoneta, Sr. Romero Robledo? Yo, después de todo, no he dicho más que lo que es racional y lógico, sin meterme a influir absolutamente en nada, y eso que tenía el derecho de hacerlo.

El Sr. ROMERO ROBLEDO: No.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Y no sólo el derecho, sino el deber de hacerlo. Cuando yo considero que la justicia que asiste a un individuo de la mayoría es atropellada, no sólo tengo el derecho, sino el deber de ampararle, porque de otra manera la mayoría se creería abandonada por su jefe. (Rumores.) Yo he sido en eso tan circunspecto, que jamás he influido en ninguna cuestión de actas. Aquí está la Comisión, a la que pertenecen individuos de la mayoría y de las oposiciones; pues que digan si el Presidente del Consejo de Ministros ha hecho la menor indicación en favor de unos o en contra de otros.

El Sr. MERINO: Y lo prueba el dictamen.

El Sr. TORRES: ¿Y la retirada de las firmas del dictamen?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Si acaso he hecho alguna indicación respecto de actas, ha sido para favorecer a las oposiciones, que en mi juicio tenían razón.

Pero fuera de eso, no he intervenido en nada, y han pasado por la Comisión de actas algunos dictámenes que a mí no me han parecido muy justos, a pesar de lo cual me he callado. Nadie, pues, tiene [2068] derecho a decir que el Presidente del Consejo no haya guardado en este punto la circunspección debida. Desde este banco yo no he dicho nada en esas cuestiones. Ayer me encontraba aquí porque era mi deber. No había podido venir al Parlamento hasta hace cuatro o cinco días ; el primero de ellos tuve que estar en el Senado, donde se trataban cuestiones importantísimas como la cuestión de Cuba, y las otras dos o tres tardes las he pasado desde primera hora en el Congreso. Ayer mismo no sabia que se iba a tratar el acta de Vendrell porque tenía entendido que en los suplicatorios que estaban al orden del día había alguno que sería objeto de amplia discusión; pero pasaron los suplicatorios sin debate y vino el acta de Vendrell.

De manera que yo no he venido aquí por el acta que se discute, como no he venido nunca por acta ninguna, y el Sr. Romero Robledo, permítame que se lo diga, ha hecho de esto una verdadera cuestión política...

El Sr. ROMERO ROBLEDO: No hacía falta esa manifestación que va a hacer S. S., porque la mayoría lo va a votar.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : Sí hacia falta. ¿Qué influencia es la que he ejercido yo en la mayoría, cuando ayer se notaba en este recinto que los bancos de los conservadores estaban repletos y los de la mayoría casi desiertos? ¿Dónde está la influencia que yo he ejercido para que votara la mayoría en uno o en otro sentido? ¿O es que el Sr. Romero Robledo cree que ya mi prestigio es tan escaso, que la mayoría no obedece mis indicaciones, ni aun siendo indicaciones tan sencillas como ésta? La verdad es que el partido conservador ha dado a esta acta un carácter que no debía tener; parecía que toda esa minoría había sido convocada como si se tratara de la cuestión más importante; y todo ¿para qué? Para venir a establecer en el acta de Vendrell un criterio contrario al que el partido conservador estableció en el acta de Bilbao. (Interrupciones en los bancos de la minoría conservadora.)

El Sr. LINARES RIVAS: No tiene nada que ver. No conoce S. S. el acta de Vendrell .

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Claro es que no he tenido ni tengo para qué estudiarla; como que no pensaba hablar del acta de Vendrell, ni hubiera hablado si no hubiera sido por las excitaciones del Sr. Romero Robledo; pero me parece que el Sr. Azcárate la conocerá tan bien, no mejor, porque eso es difícil, como el Sr. Linares Rivas. Pues el Sr. Azcárate ha dicho que el acta de Vendrell se parecía al acta de Bilbao, y que la situación del candidato Sr. Fontana se parecía a la situación del candidato Sr. Urquijo... (El Sr. Linares Rivas y algún otro Sr. Diputado : No es eso.) Pues entiéndanse SS. SS. con el Sr. Azcárate . (El Sr. Cañellas: Si así fuera, no firmaría el dictamen de la Comisión.) El Sr. Azcárate firma el dictamen porque sostiene, y con razón, la misma doctrina que sostuvo en el acta de Bilbao, y en esto da una prueba de consecuencia; pero la Cámara, y en especial el partido conservador, sostuvo el criterio contrario, puesto que derrotó al Sr. Azcárate ; y si el partido conservador sostuvo ese criterio en el acta de Bilbao, parecía que la consecuencia le obligaba a sostener el mismo en el acta de Vendrell.

De suerte que el partido conservador tiene un criterio para los candidatos conservadores, y otro criterio diametralmente opuesto para los liberales.

Y aquí contesto a otra observación del Sr. Romero Robledo cuando decía: "Si el Sr. Sagasta se apoyaba en las palabras y en las doctrines del señor Azcárate, ¿por qué no le ha seguido en esa doctrina?" Por una razón muy sencilla. Es muy respetable la doctrina del Sr. Azcárate por su ciencia y por su respetabilidad ; pero como la doctrina del Sr. Azcárate no prevaleció, porque prevaleció, como debía prevalecer, la doctrina de la mayoría del Congreso, yo, por mucho que respete el criterio del Sr. Azcárate, he de respetar más el criterio de la mayoría de la Cámara, y ese es el que yo creo que debía tener el partido conservador en esta acta. ¿No lo tiene? Pues sea en hora buena; yo nada tengo que decir.

Respecto a la mayoría, ya dije ayer, y repito hoy, que puede hacer en esta acta lo que crea conveniente, y, sobre todo, lo que crea justo; pero eso no quita para que el que dude de parte de quién está la justicia, vote por el amigo en lugar de votar por el adversario.



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